Primera vez que salimos Jesús y yo en la Manager a una sesión pura y dura de eging, tras probar en varias zonas y sortear las artes profesionales caladas a escasos 200 metros de la orilla, la primera pieza sube a bordo:

 

Las sepias están duras pero al final caen unas cuantas, daba por sentado que la pesca de cefalópodos iba a ser aburrida, pero de tranquila tiene poco, sobre todo si llevas la caña en la mano y notas la picada en directo. Las risas están aseguradas y más si de vez en cuando te pega un susto algún pulpete majo:
 
 
Probamos un motón de pajaritos, pero al final los que se llevaron con diferencia el gato al agua fueron estos dos de la casa Yamashita: